Blogia
TODO A PULMÓN

Cavando (Semana de Pasión II)

Es curioso, pero parece mentira el miedo que la gente del campo le tiene a una azada. O mejor dicho, a trabajar con ella.

En Semana Santa me decidí a adecentar la entrada al cortijo, pues las últimas y copiosas lluvias han animado a la Madre Naturaleza a poner de manifiesto su poderío y esplendor. Al principio la brizna verde cubría cual alfombra esta porción de terreno de no más de cien metros cuadrados, y quedaba hasta bonito. Pero hete aquí que la hierba inicial devino inexorablemente en desgarbados plantones de medio metro de altura que amenazaban con impedirnos el propio acceso, no sólo el pedestre sino también el rodado. A mi sacrosanta, ante semejante panorama, le bastó con dirigirme una de sus miradas incisivas para convencerme de que había que ponerse manos a la obra, y pronto.

Pues dicho y hecho. Haciendo uso de mis precarios conocimientos agrícolas cargué sobre mis espaldas la mochila de aplicar herbicida, preparada con una buena dosis de glifosato, dispuesto a no dejar un matojo vivo. Fue coser y cantar. El problema es que en el campo, como en las cosas de palacio, todo va despacio, y los efectos del herbicida tardan en apreciarse entre siete y quince días. Demasiado para un "culillo inquieto" como yo (la expresión es de mi abuela; así solía llamarme a menudo).

Total, que dos días después de la aplicación y apreciando que, lejos de menguar, el follaje va a más, deduzco el fracaso de la química y opto por medios físicos. Y a la antigua usanza, azada al hombro, un par de manos dispuestas al sacrificio y echándole otro par de ya podéis suponer qué, me dispongo a cavar con ánimo renovado el terreno.

No tarda en llegar el primer vecino que, entre curioso y divertido, me mira como el que contempla algo que hace siglos que no ve. Algo así como cuando vemos esos anuncios antiguos de Coca-Cola o de la Aspirina.

- Pero hombre -dice de inmediato- ¡que te vas a hacer algo!. Eso hay que "curarlo" primero ("curar", en términos agrarios, significa aplicar herbicidas al suelo).

Por no parecer un ignorante miento diciendo que ya lo he "curado" hace unas semanas, pero que al parecer las lluvias recientes han lavado el producto de la superficie de la planta haciendo estéril su aplicación.

- Entonces coge un tractor y lo aras -responde.

Claro, como si eso fuera tan fácil. En fin, sigo a lo mío y el vecino, aburrido, se va. Llega el guarda del coto, segunda visita:

- Oye, que el de la "retro" está ahí tapando las zanjas. Ve y le dices que te allane esto con la máquina, que él tarda un pis-pas y tú vas a echar la mañana y la primera papilla.

Reconozco que la idea me tienta, pero me da corte ir a pedirle un favor a un tío que no conozco de nada y que está aquí un domingo por la mañana currando cuando seguramente lo que más le apetece es estar con su familia o en el bar con los amigos. Así que felicito al guarda por su sagacidad y le agradezco la idea, pero le digo que es poca cosa y ya estoy casi terminando (cuando se puede comprobar a simple vista que me queda casi toda la faena por delante). El guarda, perplejo, se va. Sigo a lo mío.

Una media hora más tarde oigo un motor a mis espaldas y al girarme veo una máquina retroexcavadora acercándose a donde yo estoy. Al llegar a mi altura se detiene y se apea el maquinista.

- Que me ha dicho el guarda que querías que te allanara esto antes de irme, y como ya he dado de mano ...

Se lo agradezco pero repito que es poca cosa. El tío insiste:

- Pero hombre, si no es molestia. Esto te lo arreglo yo en un santiamén y se queda mucho mejor que cómo tú lo estás dejando, llanito como el culo de un "chavea".

Los culos de los "chaveas" ("niños" en jaenero) son suaves, no llanos, como es fácil deducir, pero estoy tan cansado que paso de corregir al voluntarioso maquinista que, sin esperar respuesta por mi parte, ya se ha introducido en la cabina de la "retro" presto al desaguisado.

Durante la siguiente media hora la máquina araña el suelo arrancando no sólo la cubierta vegetal de mis desvelos sino la mineral, es decir, sacando a la superficie una ingente cantidad de pedruscos de diversos tamaños que da miedo verlos. En tan corto espacio de tiempo hace diez veces más que yo en dos horas de azada. Después con una barra que lleva adosada en la parte trasera hace unas pasadas y arrastra las piedras dispersándolas por el terreno. Terminado el trabajo el maquinista se baja y mira satisfecho su obra.

- ¿Ves? Limpio como una "batea" (supongo que quiere decir "patena"). Me voy, que me espera la parienta y si se le pasa el arroz me monta la de "dios es pisto" (sin comentarios) y es capaz de dejarme "croquis" (¿grogui?) de un sartenazo en la cabeza.

Le agradezco su intervención y le propongo invitarlo a una cerveza, que me rechaza con el pretexto del arroz, emplazándome para otra ocasión. Teniendo en cuenta el carácter de su parienta no se lo reprocho.

Cuando se marcha contemplo el panorama. Ciertamente el terreno ha quedado limpio y llano, pero de no ser por el tono oscuro de la tierra, se asemejaría más a un paisaje lunar. Como diría mi amigo Johnny, "esto está más pelao que el culo de un mandril". En ese momento hace acto de presencia mi doña (que pese al ruido de la máquina dando pasadas ha permanecido ajena hasta ahora a cuanto estaba ocurriendo) y de inmediato se echa las manos a la cabeza mientras exclama "¿qué has hecho?".  Le explico los recientes acontecimientos pero no parece convencida.

- Pues aquí habrá que plantar algo rápido, esto está horroroso, parece un desierto.

Así que una semana después aquí me veo, de nuevo azada en mano, cavando los agujeros para plantar nada menos que siete árboles en un terreno más duro que la cara de algunos políticos, con las manos hinchadas y llenas de callos y esperando que de un momento a otro llegue algún paisano y me diga: "¡Pero hombre ...!"

P.D.: por cierto, en el patio trasero, donde también apliqué el herbicida y lo dejé actuar diez días sin tocarlo, no queda ni una sola hierba sin necesidad de azada, ni máquinas, ni nada

 

 

2 comentarios

marienn -

Pues a mi me ha gustado leerlo y... casi prefiero que no os midais mucho, es más natural así.

ppilla -

Recuerdo vagamente que ayer te hablaba de que me habías hecho recordar con tu post mi puente en el pueblo, el leer lo del cortijo me trajo buenos recuerdos de infancia, cuando nos íbamos (aún hoy no le encuentro el sentido) a pasar unos días al cortijo, que estaba a 4 kilómetros del pueblo, que no tenía luz ni agua corriente y que encima te apartaba de las primeras citas con los chicos de la capital, lo de liberarnos del estrés no tenía razón de ser y lo de ponernos en contacto con la naturaleza pues tampoco, yo creo que en el fondo nos hacían partícipes de sus sueños de sentirse como lo habían hecho sus mayores.



Recuerdo la luz del camping gas, tan blanca y fría, las noches que se hacían eternas, a mi abuela contándonos cuentos, sentada en la puerta que daba a la era, con esa cara de sentirse en su sitio, y sobre todo recuerdo el silencio, como me retumbaba ese silencio en los oídos, cuanto echo de menos ese silencio ahora, en algunos momentos me encantaría volver a sentirlo, pero como lo sientía allí, un silencio que envolvía cariñosamente, que respetaba tus sonidos, que te dejaba oirte, un silencio tranquilizador, armonioso y cálido.



He disfrutado estos días, me he sentido bien, como siempre que vuelvo, es curioso, no lo echo de menos habitualmente, pero me encanta volver a mi pueblo, y lo noto cuando me voy acercando y empiezan a pasar por mi mente imágenes conocidas, y cuando respiro y cuando sonrío y cuando siento el sol y cuando llego a casa y al abrir la puerta huelo mi infancia, y cuando veo mi cama, y cuando me ciega la luz del sol sobre las fachadas blancas, y cuando veo los colores de las macetas colgadas en las ventanas, y entonces, me siento en casa, todo está en su sitio y nada está donde lo dejé, pero yo me siento en casa, definitivamente he disfrutado de estos días.



Bueno, al final he conseguido que un comentario sea casi un testamento, prometo medir la extensión en la próxima.



Y para terminar decirte que al final hice el curso, ya te contaré, eso es de otro capítulo.

Dulces sueños y mil besos de vainilla para todos.