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TODO A PULMÓN

Días irlandeses

Días irlandeses

En Irlanda, en pleno mes de julio, todos los días eran como éste: de cielo plomizo, encapotado, de lluvias livianas e intermitentes, de olor a tierra mojada, de aceras brillantes bajo una tela de agua, de coches con cristales enmohecidos por el vaho.

 

En días como éste siempre recuerdo las grises calles de Dublín, la niebla que envolvía todo lo que se encontraba a más de diez metros de distancia, los campos verdes (pero verdes, verdes) que circundaban la ciudad, el olor a tabaco de pipa de los viejos que charlaban en los parques, la tez blancuzca y pecosa de las muchachas sentadas sobre la hierba a la menor presencia de un rayo de sol.

 

Y el sabor de los descubrimientos que allí hice: las hamburguesas de McDonald´s, la cerveza Guinness y los chocolates Mars. Pero sobre todo, recuerdo el dulce sabor de los labios de Yasmine, que fueron los primeros besos que me eché a la boca. Nada había más hermoso en Irlanda que la luz de la mañana reflejándose en su larga melena rubia, ni nada más excitante que su acento francés pronunciando mi nombre. Me acuerdo de ella en días así, y también cada vez que se disputa la final de un mundial de fútbol, porque durante aquella final del mundial de España ella me tomó disimuladamente de la mano, me llevó a un rincón de aquel pub hasta los topes de gente y me besó como no me han vuelto a besar jamás. O quizás es que el primero siempre sabe distinto.

 

Acabo de preguntar a mi compañero, muy puesto en historia del fútbol, quién ganó aquella final. Italia, dice. Pues mira qué bien, y yo sin saberlo hasta hoy.

 

 

1 comentario

AlaDelta_ -

Y qué birras tienen en Irlanda. Yo sólo sería irlandesa por las cervecitas... si es que soy de lo que no hay.