Regreso a la Alhambra
Parece que fue ayer, pero hace veinte años ya. Entonces eran dos horas de viaje, subiendo y bajando sinuosos puertos de carretera; ahora unos escasos cuarenta y cinco minutos de cómoda autovía que constituyen una agravante más a mis despechadas ausencias.
Pero ahora, como cantaba Miguel Ríos, vuelvo a Granada de vez en cuando y siempre encuentro lo que buscaba. Porque a Granada hay que ir sin planos ni mapas, hay que ir a perderse premeditadamente en su barrios góticos, renacentistas y barrocos y, por supuesto, en el Zacatín y el Albaicín morunos en los que el tiempo detuvo su marcha. Y hay que subir a la Alhambra por la Cuesta de Gomérez, a patita y parando de vez en cuando a recuperar el resuello, no sólo por la pendiente, sino porque la belleza de los jardines que preceden al palacio nos harán perder la noción de espacio y tiempo.
No hay cámara fotográfica capaz de captar los matices del otoño en Granada, porque ni mis propios sentidos se ponen de acuerdo ante el torbellino de sensaciones que me inundan y golpean en cada uno de sus rincones.
Es curioso, pasé allí seis años deseando acabar mi estancia cuanto antes, ajeno a lo que me rodeaba, siguiendo a diario las mismas rutas de forma mecánica absorto en los agobios del que tiene que comerse el mundo entero en cuestión de un puñado de años. Y ahora que he descubierto que ese atracón no merecía la pena y que es mejor beberse la vida en pequeños sorbos paso mis días lamentando aquel tiempo perdido y buscando una excusa para volver
2 comentarios
marienn -
AlaDelta_ -
Besis... :)