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TODO A PULMÓN

Yo también les vi

 

Al hilo del manifiesto a favor de SS.MM. los Reyes Magos y de este ambiente prenavideño que cada año comienza antes, les contaré lo que el otro día me narraba mi hermana acerca de una conversación mantenida con su hija. Mi sobrina y mi Claudia, que se llevan justo un mes de diferencia, se encuentran en esa etapa de la vida en que el asunto de los Reyes Magos se convierte en el principal enigma a resolver. Inevitablemente en el colegio algunos compañeros -sobre todo los que tienen hermanos mayores- han empezado a abrirles los ojos acerca de la verdad que se esconde tras esta monumental mentira piadosa que los padres, generación tras generación, hemos venido urdiendo. Al menos hasta ahora, que tal y como está el patio no sé yo si durará mucho.

 

El caso es que ambas primas albergan dudas más que razonables y a su edad creer en la existencia de los Magos de Oriente supone un ejercicio de fe difícil de sobrellevar. A falta de "confirmación oficial" por parte de la autoridad paterna, se aferran a algo parecido a  aquel cartel que Mulder, el agente de "Expediente X", tenía colgado en su oficina: "I want to believe" ("quiero creer"). Pero claro, la ingenuidad de la infancia dura poco (¡parece que fue ayer!) por mucha voluntad que se le quiera poner.

Y es que incluso con "confirmación oficial" se resisten a desprenderse de esa parcela de la vida que van dejando atrás mientras sus pasos caminan inexorables hacia la adolescencia. Me contaba mi hermana que mi sobrina se armó de valor y planteó la pregunta directamente a su madre. "Mamá, ¿los Reyes son los padres?". Mi hermana, que no es el colmo de la diplomacia ni pertenece a la cofradía de los paños calientes, contestó con un seco "Pues claro". Posiblemente porque aquella respuesta seca y directa no se la esperaba mi sobrina no se rindió y agarrándose a un clavo ardiendo le contestó: "Eso no es verdad, porque ... ¡yo les vi!". Mi hermana le explicó que los que salen en la cabalgata son gente disfrazada, creyendo que la visión a la que se refería era ésa. "No, no, yo les vi en el pasillo de casa, una noche de Reyes".

Y casi me avergüenza contarlo, pero a mí me pasó exactamente lo mismo. No recuerdo a qué edad, pero una noche de Reyes en la que, como todas, me costaba conciliar el sueño -algo que aún me pasa- desfilaron ante la puerta de mi dormitorio las siluetas de los tres magos. Por éstas que los vi con estos ojitos que se han de comer los gusanos. Y hasta he corroborado mi visión preguntando a mis padres si acaso se disfrazaban de reyes en esa noche, con respuesta negativa, por supuesto. Pero sigo estando seguro de que les vi, ése es quizás el recuerdo más imborrable de mi infancia. La fe, dicen, mueve montañas ... y crea visiones.

Por eso el otro día, cuando mi hermana contaba la conversación mantenida con su hija, todos me miraron estupefactos cuando, sin perder la compostura, afirmé al terminar su relato con toda la seriedad que me fue posible: "Pues lleva razón tu hija, porque yo también les vi".

1 comentario

marienn -

Pues voy a rematar, con mi experiencia. No contento mi hermano con ponerme en el brete de “depende de ti: si crees en ellos existen, pero si no desaparecerán para siempre”, me vi “obligada” a preguntar, igualmente, a mi madre, y obtuve la misma respuesta franca; pero ocurrió en casa de mi abuela del pueblo, viuda y mayor con problemas para moverse, así que todas las tardes tenía allí a una chiquilla de unos 13 años o así, como de compañía y para hacer “mandaos”; pero ese día, por supuesto, cotilleaba la conversación desde la cocina mientras guardaba la compra de mi abuela. Pero héte aquí que de pronto, y respondiendo a mi madre, saltó cual cierva al galope al medio del pasillo diciendo (no es literal, pero bastante parecido): “de éso ná señora… que yo recogí la bandeja y se pusieron moraos a polvorones, se bebieron tó el champán y man dejao una caja de colonia con el jabón … algo tendrán que ver, ¿o qué?... a mí nunca me habían puesto ná”. No sé si me quedé más perpleja de la respuesta de mi madre, de la mentira generalizada o de la chiquilla aquélla, pero entendí por qué mi abuela la tenía por las tardes enseñándola a leer y escribir a cambio de echarle una mano. Algo saqué en claro.