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TODO A PULMÓN

Relatos

Bailando con lobos (y con lobas)

Nada más llegar allí te das cuenta de que no estás en un parque temático al uso. En Lobo Park, Antequera (Málaga) todo es más artesanal, ... o cutre, si lo prefieren. Desde la entrada el lugar tiene más aspecto de comuna hippie de los sesenta que de parque zoológico y viendo lo básico de las instalaciones uno duda que allí haya lobos o, de haberlos, se los imagina atados con una cadena dentro de una jaula. Nada más lejos de la realidad.

De los lobos hablaré más adelante, pero lo primero que llama la atención es el personal que allí trabaja, todas mujeres jóvenes, con un aire entre hippie –o grunge, como se dice ahora- y aventurero y todas, al menos de las que yo pude oir, con acento extranjero. La que hace de guía durante nuestra visita tiene ese punto exótico y naturista que le dan su acento francés y el ir por supuesto desprovista de todo maquillaje, y ni falta que le hace. A medida que avanza la visita veo a dos chicas limpiando los establos de los caballos, otras dos reparando una verja, y otra más en la inevitable tienda de souvenirs al final del recorrido, pero ni rastro de varón alguno. No obstante durante la visita la guía hace varias veces mención a un tal Daniel que debe ser el inventor de todo este tinglado. Y habla de él con verdadera devoción, indicando una y otra vez que sólo a él le es permitida la entrada a los cercados donde están los lobos. El permiso se lo dan los propios lobos, naturalmente, ya que él los ha criado desde lobeznos y es el único humano al que permiten acercarse. Al final de la visita pasamos por la humilde tienda de recuerdos y advierto en una pizarra Veleda situada tras el mostrador un mensaje escrito en inglés dirigido evidentemente al personal laboral de la instalación: “esta noche fiesta tras el trabajo, con bikini (o sin él)”. En ese momento alguien pregunta por el, a estas alturas, mítico Daniel y la guía responde con una sonrisa cómplice: “está durmiendo”. Teniendo en cuenta que son las una de la tarde uno no puede evitar imaginarse al tal Daniel como el gran sultán de este harén, el “alpha macho”, como denominan al lobo líder de la manada. Reconozco que sentí cierta envidia.

En cuanto a los lobos los hay y muchos, al menos de cinco razas diferentes y en semi-libertad. Se encuentran en vastas extensiones de monte bajo y al principio cuesta verlos, pero la guía trae consigo un cubo de plástico al que quita la tapa con gran estrépito. Está claro que ese cubo es el que utilizan para llevarles la comida, porque nada más oir el ruido de la tapa abriéndose acude presta la manada a las inmediaciones de la verja electrificada. Y uno contempla con estupor al resto de visitantes, que disparan divertidos y excitados sus cámaras hacia los animales, inconscientes de lo que en realidad estamos viendo. Porque una manada de lobos corriendo hacia uno monte abajo es una cosa que, al menos al abajo firmante, acojona bastante.

Será porque en seguida vinieron a mi memoria las historias que mi abuelo me contaba de cuando él estuvo de maestro en un pueblo perdido en mitad de la Sierra de Cazorla. Como aquélla del paisano al que no se le ocurrió otra cosa (o igual sí se le ocurrió, pero no tuvo más remedio que hacerlo) que ir de un pueblo a otro en su borrico en plena noche de ventisca y a mitad de camino le rodeó una manada de lobos. El hombre, muerto de miedo pero sin mirarlos directamente, no detuvo su cabalgadura y eso probablemente le salvó la vida. Durante todo el trayecto fueron los lobos dando vueltas alrededor de burro y jinete, como pensándose qué hacer, y no les dejaron hasta llegar a la entrada del pueblo. Contaba mi abuelo que aquel vecino, que hasta entonces lució una hermosa cabellera negra, llegó con el pelo completamente blanco. Desde entonces le llamaron “el albino”.

O aquélla de otro paisano que a mitad de la noche oyó gran revuelo en el gallinero y, temiéndose que fueran ladrones, salió por la puerta con su escopeta de cartuchos en la mano, dispuesto a dar escarmiento a los amigos de lo ajeno. El problema fue que se encontró con una manada de cinco lobos, tres de los cuales le rodearon inmediatamente mientras los otros dos daban buena cuenta de las gallinas, a las que accedían merced a un túnel que habían excavado con sus garras bajo la tapia. Y los ejemplares que le rodeaban le enseñaban los dientes con las patas traseras en tensión, prestas a un salto directo a la yugular del paisano, como diciendo “yo que tú no lo haría, forastero”. Así que optó por quedar inmóvil y ni siquiera pudo poner la escopeta en ristre, contemplando impotente cómo los muy cabrones se turnaban en tareas de vigilarle a él y entrar a cepillarse a las gallinas. Así hasta que no quedó ni una y le dejaron allí con los pantalones manchados en su parte trasera, por decirlo finamente.

Cuando ahora les ves acercarse al trote, saliendo desde distintos puntos en abanico, como queriendo rodearnos si pudieran, y aunque de lejos no parecen más que una panda de pastores alemanes bien criados, te das cuenta del instinto que los mueve al mirarles directamente a los ojos; porque tú estás mirando a un animal con, en el mejor de los casos, respeto y admiración, pero él, de no ser por la valla electrificada, estaría mirando directamente a su merienda, ñam, ñam.

Exámenes

 

Estas son las típicas preguntas de examen y las correspondientes respuestas de los alumnos de la E.S.O, que he recibido hoy en un correo, lo que está entre paréntesis son los comentarios de los maestros.

  1. ¿Cuántos continentes hay?
    Unos 150, aunque no he estado en todos. Conozco el de Majadahonda y Alcobendas. De todas formas ahora se llaman Carrefour.
    (uffff)
  2. ¿Qué tipos de ganado existen?
    Ovino, bovino y guarrino
    (Sí, y cerdino y puerquino...)
  3. ¿Qué capacidad pulmonar media tiene el hombre?
    Unos cinco mil litros.
    (Este debía ser familiar del lobo que tiró las casas de los 3 cerditos)
  4. ¿Quién fundó Atenas?
    Atenas fue fundada por César octavo a gusto.
    (Cágate lorito...)
  5. Barroco
    Estilo de cosas hechas de barro.
    (Como su propio nombre indica)
  6. Lenguas vernáculas
    Las que se hablan en las tabernas.
    (Aaah, por eso no me entero de lo que hablan cuando voy a una taberna, yo creía que era por el jaleo, pero resulta que se trata de un idioma nuevo)
  7. ¿Derivados de la leche?
    La vaca.
    (Si, la vaca deriva de la leche del toro)
  8. Estimulantes del sistema nervioso
    El café, el tabaco y las mujeres.
    (Joder chaval, lo has clavao, y es que las mujeres te sacan de tus casillas...)
  9. Alfarero
    El que tiene un farol.
    (Es que esta claro)
  10. Marsupiales
    Los animales que llevan las tetas en una bolsa.
    (Estos marsupiales son unos degenerados)
  11. Polígono
    Hombre con muchas mujeres.
    (Pentágono 5 mujeres, Hexágono 6... y así sucesivamente)
  12. Comentar algo del 2 de mayo
    ¿De que año?.
    (Ahí, vacilando, que te los sabes todos desde 1576)
  13. Coleccionistas de sellos
    Sifilíticos.
    (A saber por donde se meten los sellos los muy depravados, esos y los que coleccionan mariposas... los peores)
  14. Ave Cesar morituri te salutant
    Las aves de Cesar murieron por falta de salud.
    (Estos gladiadores... ya decía yo que parecían algo maricas)
  15. Cogito, ergo sum
    Le cogí lo suyo.
    (¿Y lo tenia grande?)
  16. Ecosistemas
    La tundra y la gaita.
    (No te olvides de las castañuelas)
  17. Derivados de la leche
    El arroz con leche.
    (Derivados del arroz, la leche con arroz)
  18. Sujeto de la frase (elíptico)
    Epiléptico.
    (Y el pronombre tenía el parkinson)
  19. El arte griego
    Hacían botijos.
    (Siglos de Arte resumidos en una puta frase)
  20. Países que forman el Benelux
    Bélgica, Luxemburgo y Neardental.
    (Hombre, los holandeses tienen cara de simios pero no tanto)
  21. Cita organismos internacionales
    La OJE, "Boyes Caos", USA, USS y UNI, Policía, bomberos, Socorristas y cruz roja, La ITT y la olimpiada de México, FIFA, UEFA, EU, NASA y URSS.
    (Los "Boyes Caos" es que son universales)
  22. Pediatra
    Medico de pies.
    (Convencido toda la vida que eran pederastas y no pediatras)
  23. Trabajo y energía
    Trabajo es si cogemos una silla y la ponemos en otro sitio, energía es cuando la silla se levanta sola.
    (Y fuerza es cuando se rompe la silla)
  24. Quevedo
    Era cojo, pero de un solo pie.
    (Bufff, menos mal que nos lo has aclarado)
  25. Un gusano que no sea la lombriz de tierra
    La lombriz de mar.
    (Si es que se lo han puesto a huevo)
  26. Un marsupial
    El chimpancé.
    (Si, pero no cualquiera, solo los que llevan las tetas en una bolsa)
  27. El oído interno
    Consta de utrículo y dráculo.
    (Contra la ignorancia... imaginación)
  28. ¿Conoces algún vegetal sin flores?
    Conozco.
    (Y como me vuelvas a preguntar algo te parto la cara)
  29. Moluscos
    Son esos animales que se ven en los bares, por ejemplo el cangrejo.
    (Y los calamares, que crecen en bocadillos)
  30. Ejemplo de reptil
    La serpiente "Putón"
    (Si es que las visten como guarras)
  31. Monotremas
    Son mamíferos de forma humana, y son los monos.
    (Que quede claro)
  32. Reptiles
    Son animales que se disuelven en el agua. Un reptil peligroso de España es el cocodrilo.
    (Al lado de mi casa hay una charca con mazo de cocodrilos, plagaditos estamos en España oye. Y sí, los cabrones se disuelven como aspirinas)
  33. Volcanes
    En Mallorca está el Teide. El agua de mar se solidifica y sale por el cráter.
    (Si, ese que esta al lado de los Pirineos. Salen hasta pulpos en las erupciones)
  34. Terremotos
    Son movimientos bruscos que se tragan a las personas.
    (No me gustaría encontrarme por la calle con un movimiento brusco de esos)
  35. Arterias
    Son unos tubitos de plástico flexibles.
    (Yo ya nací con marcapasos y todo)
  36. Mahoma
    Nació en La Meca a los cinco años.
    (Ni te imaginas lo mal que lo pasó su madre al dar a luz, menudo cabezón tenía a los 5 años)
  37. Fósiles
    Son unos señores muy antiguos...
    (En una excavación encontraron a un abuelo con boina solidificado)
    ..Son animales que se extraen de los grandes museos, como el de Madrid.
    (Si es que plantas un fósil y crecen en cualquier sitio)
  38. ¿Qué es una Encíclica?
    Es un buque de hierro que flota en el mar.
    (Es como el Papamóvil pero en barco)
  39. Animales polares
    Son la Osa mayor y la Osa menor.
    (No te olvides de la constelación de Orión, menudo bicharraco)
  40. El sexto mandamiento
    No fornicarás a tu padre y a tu madre.
    (Jodida iglesia, siempre amargando a la gente)
  41. Un cuadro de Velásquez
    Las Mellizas
    (¡¡ !!)
  42. Minerales
    Son animales sin vida.
    (Es verdad, ni se mueven ni na, son de aburridos estos animales...)
  43. Qué es la hipotenusa
    Lo que está entre los dos paletos.
    (Si, entre el cenutrio y el pardillo)
  44. Dónde fue bautizado Jesucristo
    En Río Janeiro.
    (Con Ronaldinho y Romario, menuda fiesta se pegaron)
  45. Napoleón
    Está enterrado en "Los Paralíticos", en París.
    (Debe ser por lo de la mano tonta que tenía)
  46. Geografía
    En Holanda, de cada cuatro habitantes, uno es vaca.
    (Las vacas hasta cotizan en la seguridad social, están muy avanzados)
  47. Religión
    Caín mató a Abel con una molleja de burro.
    (Le costó, pero al final lo consiguió)
  48. El cerebelo
    Es el fruto del cerebro.
    (Como mejor está es en zumo)
  49. Felipe II
    Nació por poderes en Valladolid.
    (Por no decir por cojones)
  50. Quién inventó el pararrayos
    Frankenstein.
    (Realidad y ficción ¿qué diferencia hay?)
  51. Insectos
    El paludismo es producido por la mosca "SS".
    (Jodidas moscas nazis)
  52. ¿Qué significa leucocito?
    Como su nombre indica Leu significa animal, y cocito, pequeño.
    (Obviamente, hay que ser tonto para no darse cuenta)
  53. Partes del tronco
    obligo, cintura y tetilla.
    (La tetilla es un órgano vital para el ser humano)
  54. Anfibios
    De los huevos de rana salen unas larvas llamadas cachalotes.
    (Mmmmh, cachalotes en las charcas... interesante)
  55. ¿Quién fue Aníbal?
    Fue un jefe cartilaginoso.
    (¡¡ !!)
  56. La conquista de Méjico
    Fue realizada por dos extrémenos: Menéndez y Pelayo.
    (¿O tal vez Ortega y Gasset?)

 

Una de miedo

Este relato no es mío y lamento desconocer la identidad de su autor. Una muestra de los peligros que entraña chatear por internet.

Un día me dijo que era vidente, y no es que no le creyera, pero me muestro generalmente bastante incrédula respecto a estos temas. Lo que no veo, no existe para mí. No digo que debiera haberla creído sólo porque la estimaba ya que en mi opinión la amistad y la confianza son muy importantes, pero simplemente hice un esfuerzo y le dí el beneficio de la duda. ¿Y si era yo la que estaba equivocada?.

No volvimos a hablar del tema hasta que un día volvió a aparecer en el chat donde estábamos hablando y me envió un privado. Era una de esas ventanitas que sólo podíamos ver ella y yo. Absolutamente privado.

ELLA> Hola, ¿seguimos el tema?

YO> Vale! Pero no creo que puedas convencerme, ya sabes... me cuesta creer estas cosas.

ELLA> No pretendo convencerte de nada, pero nací con ciertos dones y tampoco tengo intención de ocultarlos al mundo.

YO> Eso debe estar bien.


En realidad no sabía qué decirle. ¿Estaba bien? En fin... poco podía decir yo al respecto.

ELLA> Está bien, pero no siempre. Cuando tengo una visión acabo agotada.

YO> ¿Te supone un esfuerzo?

ELLA> Sí, bastante esfuerzo.

YO> ¿Y por qué lo haces?

ELLA> No es algo que se elija, se nace con ello.


Hubo un silencio en el que ninguna de las dos parecía saber qué decir. Miré el canal donde nos habíamos conocido siete meses atrás. Estaban hablando de las próximas vacaciones de verano.

ELLA> ¿Sigues ahí?

YO> Sí, ¿no puedes verlo? .-Bromeé.


Entonces dijo algo que me asustó.

ELLA> Sí, puedo verte.


Tragué saliva y pensé, vaya, me está tomando el pelo y yo caigo como una tonta. Sentí un escalofrío pero decidí presionarla.

YO> ¿Ah, sí? Pues dime... ¿con quién estoy?

ELLA> Sola


Bueno, eso podía haberlo comentado antes en el chat y que ella lo hubiese leído. Decidí seguir con aquello como si se tratara de un juego.

YO> Dime algo que me sorprenda. Algo que veas en mi habitación.

ELLA> Veo que tienes algunas de las teclas de tu ordenador borradas. Tecleas rápido.

YO> Ya, pero eso puede pasarle a cualquiera. Las letras de los teclados se borran.

ELLA> Tú tienes borrada la A, la S, la L y la M.


Miré mi teclado más curiosa que horrorizada, pero de la curiosidad a la ansiedad hubo tan sólo un instante. Ya no me hacía tanta gracia el juego. Mi condición de incrédula, no obstante, me hizo ir más allá.

YO> Amiga... estoy segura de que casi todos tenemos las mismas letras borradas. Dime algo que sorprenda de verdad.

ELLA> ¿Por qué quieres seguir con esto si no me crees? –Buena pregunta, pensé.

YO> Igual para conocerte un poquito más, o para experimentar algo que no haya experimentado antes.


En ese momento supe que ella sonreía desde su lado del monitor. Internet es un sitio curioso. Estás en tu casa, en camiseta de tirantes y pantalón corto, descalza y con el ventilador puesto cuando al otro lado de la pantalla alguien te habla abrigado hasta el cuello, con un par de calcetines y la estufa puesta porque tú estás disfrutando del inminente verano y ellos aún están pasando el invierno.

Mi amiga se había mostrado siempre amable, abierta, simpática y con un buen sentido del humor. Se podía decir que coincidíamos en todo menos en este tema. No nos gustaba el fútbol, adorábamos las comedias, ambas habíamos visitado Canarias en nuestra luna de miel, a las dos se nos encantaban los fines de semana en el campo... ¡eran tantas cosas las que nos acercaron y nos hicieron grandes amigas!.

ELLA> ¿Cómo llevas el libro? –Preguntó de pronto.

YO> ¿Qué libro?

ELLA> El que tienes encima de la mesa... déjame ver... El Peregrino de Compostela, de Paulo Coelho.


Miré a mi derecha con los ojos como platos. ¿Se lo había dicho? ¿Le había dicho que lo había empezado o que iba a leerlo? Evidentemente, la respuesta debía ser sí.

YO> Acabo de empezarlo. –Dije, sin dejar notar nada sobre mi –todavía- sorpresa.

ELLA> Yo no lo he leído.

YO> Ya te diré qué me parece.


En el chat general el tema de conversación giraba en torno a la eterna lucha de sexos. No me pareció más interesante que mi conversación en privado y me puse a pensar qué podía preguntarle para descubrirla o rendirme a sus pies definitivamente. Pero habló ella.

ELLA> Alguien va a llamar a la puerta.

YO> Ah, pues ve, te espero.

ELLA> No. Es en tu casa.


Sonreí incrédula. Iba a poner una risa (jajajaja) cuando sonó el timbre. Miré hacia la puerta de la habitación. Mis ojos volvieron a la frase premonitoria de mi amiga.

YO> Ahora vengo. –Dije

ELLA> Ok.


Llegué hasta la puerta y miré por la mirilla. Un niño con pinta de vender papeletas de lotería para el viaje de fin de curso de su clase, o algo parecido.
- No me interesa. –Dije para no tener que abrir.
El chico dijo algo que sonó despectivo y se marchó a otro piso.
Volví al chat.

YO> ¿Cómo lo sabías? Era un niño vendiendo lotería.

ELLA> Te he dicho que puedo verte.


Sopesé la posibilidad de que tuviera razón pero mi sensatez lo negaba una y otra vez. No había nacido yo para creérmelo todo, y menos aún aquello que escapaba a la lógica. Mi amiga no sólo estaba en su casa, sino que estaba en otra ciudad a más de quinientos kilómetros de la mía.

ELLA> ¿Sabes? Algo me dice que debo seguir mirándote. No te asustes pero...

YO> pero???????

ELLA> Es que no sabría explicártelo. Generalmente tengo visiones premonitorias, otras veces, como hoy, puedo provocar el verte. Aparecen imágenes frente a mí y te veo, veo tu habitación, pero esto supone un gran esfuerzo. Me duele la cabeza.

YO> Ya, pero... ¿y el “pero” que decías?

ELLA> Es que no quiero asustarte pero presiento algo raro.

YO> Ahora sí que me estás asustando. –Confesé.


¡Pero qué poca firmeza tenía, por Dios! ¡Ahora estaba asustándome de verdad! Yo, la incrédula, la que si no ve, no cree. Me sentía agitada. Quizás se debía a que eran pasadas las diez de la noche ya, estaba sola en casa y la última persona que había visto había sido un desconocido desde una mirilla. Al menos aún podía escuchar el volumen alto de un televisor. Era mi vecina, una viejecita que estaba algo sorda.

YO> No sé pero... quizás deberíamos cambiar de tema.

YO> No es que me hayas convencido pero...

ELLA> ? No te preocupes, te entiendo. ¿Tengo tu permiso para seguir observando?

YO> Claro, pero que conste que no tengo tan claro que puedes verme. Mi sesera me impide creerte.


Miré de nuevo el chat para ver si surgía algún tema en el que pudiera involucrarme pero estaba parado. Había unos siete miembros en el chat y ninguno de ellos hablaba. Todos estaban en privados. Miré la ventanita del privado de mi amiga.

Iba a escribir algo cuando ví que ella se me había adelantado.

ELLA> Cielo, ahora no te asustes pero, no estás sola.


Sentí un escalofrío en mis piernas y mis brazos. Tanto se erizó el vello que me dolió. ¿Cómo se podía calificar a una de “cielo” para luego decirle que no estabas sola en la habitación?.

YO> ¿Qué quieres decir? Me estás poniendo nerviosa.

ELLA> No puedo identificarle pero está detrás de ti

YO> Por favor para

ELLA> No se mueve casi, no te asustes, déjame observarle.

YO> Estoy asustada


Ahora sí que lo estaba. Miraba la ventana. Oscuridad total. No me atrevía a girarme hacia atrás. ¿Y si veía algo que no quería ver? ¿Y si allí estaba mi amiga? ¡u otra persona! Eso aún era peor... comencé a notar un nudo en la garganta. Hubiera querido ser más valiente o más cobarde y llorar, pero estaba estancada en mi propia lucha para creer o no creer.

ELLA> ¿Notas frío a tu alrededor?


Su pregunta me llegó casi cuando estaba a punto de apagar el ordenador y encender la luz del techo para meterme rápidamente en la cama y olvidarme del tema.

YO> Estamos a más de 30 grados.- Le informé.

ELLA> Ok. Es que no consigo entrar en él.

YO> ¿¿¿EL??? ¿entrar??

ELLA> Se muestra como una estatua por eso no me deja descubrirle. No sé si es bueno o tiene malas intenciones. Sólo sé que está ahí, estático.

YO> Yo no veo a nadie... esto no me gusta.

ELLA> Ya te dije que no te asustaras, cielo. Además, yo estoy contigo.

YO> Sí, a cientos de kilómetros de distancia.


Entonces lo noté. Una especie de roce helado, como si hubieran puesto una mano sobre mi brazo. En la zona donde la sentí el pelo de mi brazo se erizó. Completamente en alto. El resto de mi cuerpo no notó nada.

YO> ¡Está pasando algo!

ELLA> ¿Qué??

YO> He sentido un frio helado en mi brazo.

ELLA> Tranquilízate.

YO> Se me ha erizado el pelo, tengo una extraña sensación.


Comenzaba a ser pánico.

ELLA> Cielo, tranquila, hazme caso.

YO> Esto es muy raro

YO> Estoy asustada

YO> Necesito tranquilizarme, estoy.... joder!

YO> joder joder joder joder joder

ELLA> ¿Quieres dejar de escribir?

YO> joder joder joder joder joder

ELLA> Te va a dar una taquicardia, tranquilízate.


Y entonces noté un soplo frío en un mi cuello, como si me hubieran tirado el aliento.

YO> ¿Qué significa el frío del que me hablabas?

ELLA> El frío lo transmiten los muertos cuando se acercan, generalmente algo enfadados o...

YO> ¿OOOOOO??????????

ELLA> violentos

YO> ¿VIOLENTOS?????

YO> Joder ayúdame, qué hagooooooooo?????

ELLA> Tranquilízate, yo no lo he visto moverse.

YO> ¡Haz algo!

ELLA> Cielo ¿quieres tranquilizarte?

YO> ¡Hay alguien conmigo joder! Tengo un muerto tirándome su aliento en mi espalda, estoy acojonada estoy asustada estoy llorando

ELLA> Cielo.... ¿te importaría escucharme? Deja de escribir y lee esto


Hice un esfuerzo. Para mí escribir suponía no mirar atrás y leer palabras, ya fueran suyas o mías, sentirme menos sola en mi habitación.

ELLA> No hay nadie, cariño.

YO> Lo dices para tranquilizarme.

ELLA> NO HAY NADIE

YO> Está aquí, lo siento, lo presiento lo notooooooo

ELLA> Ok. Escúchame. Era broma.

YO> ¿Broma????

ELLA> Quería demostrarte que no existen los incrédulos, cálmate por favor. Yo no veo nada, es cierto que a veces tengo visiones premonitorias, como cuando han llamado a la puerta, pero no puedo obligarme a ver a nadie.

YO> pero yo siento algo –Dije con lágrimas en los ojos y más asustada que nunca.


Sus palabras no me tranquilizaban. Las lágrimas a veces me impedían leer bien pero me las quitaba restregándome en segundos los ojos o aprentando los párpardos para que salieran disparadas y dejaran de molestarme.

ELLA> Voy a llamarte por teléfono.


Pocos segundos después sonaba el timbre del teléfono. ¿Había hecho ella misma una llamada para convencerme de que no existían las videntes ahora que ya me lo había creído?. Fui a descolgar pero ocurrió algo que congeló mi mano en el aire.

ELLA> Cielo, no puedo llamarte sin desconectar esto. Sólo tengo una línea. ¿Puedo llamarte o prefieres que sigamos aquí?


Cuando ya tenía puesta la mano en el auricular ví su privado. ¿Cómo podía escribirme y llamarme a la vez? Miré el identificador de llamadas antes de descolgar. No había número, era anónimo. No era ella. Eso lo tenía claro después de haber visto el privado.

Respiré hondo y dudé entre contestar al privado o descolgar el teléfono. Me decidí por la llamada.

-         Dígame.

-         Tu amiga va a a morir mientras tú escuchas este mensaje.

Jamás había sentido tanto miedo y jamás en mi vida mi corazón había dado un vuelco tan grande ni mis piernas –aún sentada- me habían fallado con tal rapidez. Me hice de mantequilla. Comenzó a darme vueltas la habitación y luché por recuperar el aliento.

De pronto la línea se cortó y comenzó el molesto pitido de “comunicando”. Solté el auricular como si me quemara en las manos. Volví rápidamente al chat, al privado. Tecleé tan rápido que lo escribí todo mal.

YO> ?ESta`s ahí´?
YO> respondeeee!!!!
YO> responde por favvor!!!!
YO> ¿no me lees¿¿¿
YO> DI ALGOOOOOOOO


Histérica, cogí mi agenda y marqué su número de teléfono. Yo tenía una línea adsl y podía permitirme permanecer en internet mientras le llamaba. Conseguí comunicación con el extranjero y esperé... esperé nerviosa, mordiéndome el labio, más agitada que entera, más asustada que nunca... prácticamente bailaba en mi asiento.

Pero no contestaba.

Colgué furiosa pegándole tal golpe al auricular que pensé que me habría cargado el teléfono. Volví al privado y traté de que mi amiga respondiera. No lo hacía. Al final apareció un mensaje en mi privado. En su ventana.

ELLA> Ahora sí te veo. No tengas miedo. Sólo me quedaré un momento.


Sentí un escalofrío que me recorrió la espina dorsal. El chat me indicó que tras escribir esa última frase, mi amiga había salido del chat. Ya no estaba allí. No se había despedido de nadie, ni de mí, ni del resto de los miembros del chat. Había desconectado.

Miré fijamente la pantalla que sólo se movía ahora en el chat. Ni siquiera sé de qué estaban hablando. Para mí todas las líneas no tenían significado, sólo podía mirar su último comentario del privado. “Ahora sí te veo. No tengas miedo. Sólo me quedaré un momento”.

Entonces lo entendí. Comencé a llorar desesperada. Mis manos corrieron a mis ojos y lloré sofocada, entendiendo que mi amiga había muerto, que era yo la que había tenido el presentimiento y la premonición, y que ahora ella estaba a mi lado. Esta extraña comprensión me hizo girarme y mirar mi habitación vacía. No quería creer que no estuviera allí. No podía, no después de todo....

Una caricia, tan suave que apenas era un suspiro, acarició mi cabeza. Transmitió tal cantidad de paz que lejos de asustarme me relajó. Mis lágrimas continuaron cayendo por las mejillas. Ya no las secaba. Miraba al vacío sabiendo que ella estaba frente a mí.

-         ¿Qué te han hecho? . –Pregunté al aire.

-         Pssss.


Respiré hondo al escuchar ese sonido. Era como cuando era pequeña, tenía miedo y mi madre ponía su dedo en la boca y soplaba para que olvidara el tema y pensara en cosas bonitas.

Ladeé triste la cabeza. La paz de su caricia no me abandonaba pero sabía que éste sería nuestro primer y último encuentro sin el ordenador de por medio. Me tembló el labio.

- Te echaré de menos.

En ese momento en el ordenador hubo un movimiento general. Se minimizó el chat, se abrió solo el Word, y apareció una corta frase en una página en blanco.

Y YO A TI

Un pavo por navidad

pavo vengativoLos comienzos siempre son ilusionantes, y en aquella navidad de 1993 este humilde servidor vuestro tenía buenas razones para ello. Algo más de un año atrás había prestado solemne juramento de ejercer mi profesión “con lealtad a la Constitución y al Rey”, y en el que fuera mi primer pleito adjudicado por turno de oficio acababa de ganar una compleja cuestión de lindes y servidumbres a un poderoso cacique local que fue defendido por un no menos prestigioso letrado de la capital. Así que el debut no podía ser más esperanzador.

Decía mi maestro y mentor, con el que durante más de dos años realicé la pasantía, que “el abogado no sólo debe serlo, sino parecerlo”, en referencia a que la imagen y formas que se deben mostrar en el ejercicio de la profesión son tan importantes o más que los propios conocimientos jurídicos. Así que doquiera que el menda acudía “en acto de servicio” lucía impecable traje y corbata, sin separarme de un enorme maletín negro con combinación secreta de apertura (que en realidad siempre iba más vacío que lleno). Visto hoy guardaba más semejanza con un "blues brother" que con un ilustre jurista, pero comprended que en esa época uno estaba dispuesto a comerse el mundo y a cumplir al pie de la letra las magistrales enseñanzas de tan insigne mentor.  

Como ya habréis imaginado, mi afortunado cliente en aquel pleito primigenio no era otro que Bartolo, cuya semblanza obra ya en episodios anteriores de esta torpe bitácora. Y ambos, abogado y cliente, nos encontrábamos eufóricos por los motivos supra expuestos. Así que no me sorprendió recibir una mañana una llamada suya rogándome que acudiera cuanto antes a su parcela, pues tenía gusto en hacerme un obsequio que él, por carecer de vehículo, no podía transportar hasta la ciudad. No quiso decirme en qué consistía el presente pero yo, conociéndolo, ya me olía de qué iba la cosa.  

Al día siguiente, al haber sido convocado en calidad de abogado, vestí mis galas profesionales, cogí el maletín y me desplacé en el Supercinco (un abrazo, primo) por los sesenta kilómetros que separan la capital de la localidad serrana. Al llegar allí encontré a Bartolo sonriente y aguardándome con los brazos abiertos. Tras comentarme una vez más su alegría por el resultado del pleito y la enorme repercusión que el mismo había tenido en los mentideros locales, señaló eufórico hacia el corral y dijo:

  -          Quiero regalarte uno por lo bien que te has portado conmigo. Elige el que más te guste.  

Aunque, como ya he dicho antes, me lo veía venir, quise, con la vana esperanza de estar equivocado, cerciorarme que se trataba de un pavo a lo que se estaba refiriendo, viéndose confirmados mis temores acto seguido. 

 -          Pero ... ¿vivo me lo voy a llevar?- balbuceé contemplando las miradas atemorizadas de los cuatro o cinco pavos que había en el corral, que también parecían intuir los futuros y sangrientos acontecimientos que se avecinaban.

-          Bueno, si no quieres llevártelo vivo lo matamos ahora mismo, eso no es problema- replicó mi cliente.  

Aquel “matamos” me inquietó bastante y por un momento me sentí como un oficial nazi en un campo de concentración decidiendo cuál de aquellas criaturas iba a terminar sus días en apenas unos minutos. Al final, alegando mi total desconocimiento en temas de ganadería avícola, dejé que fuera Bartolo quien decidiera la identidad del desdichado.  

-          Pues éste mismo -dijo él divertido- que tiene cara de estar dispuesto a morir por Dios y por la Patria.  

Así que sin más miramientos entró en el corral y agarró por el cuello a un enorme pavo negro que enseguida empezó inútilmente a dar zarpazos y abrir las alas de forma violenta, evidenciando naturalmente que eso de morir por Dios, la Patria o la madre superiora no entraba dentro de su ideario político. Sin inmutarse, Bartolo sacó de su bolsillo un trozo de cuerda que, con maestría inusitada y a una sola mano, ató a las patas del animal. Acto seguido enroscó el otro extremo de la cuerda en la rama baja de un árbol, quedando el plumífero inmovilizado en posición de bocabajo, retorciéndose inútilmente en vano intento de liberarse de su atadura y profiriendo extraños sonidos que en su idioma no podían ser sino blasfemias.  

Dejónos Bartolo entonces a solas a ave y letrado y entró a la casa, saliendo segundos después con un pequeño cuchillo de cocina y algo parecido a una pequeña palangana entre sus manos.  

-          Ahora tienes que ayudarme un poco –me pidió-. Coge con una mano la palangana y ponla debajo de la cabeza del pavo para que no se derrame la sangre, y con la otra agárralo del pescuezo para que no se mueva mientras le pego “el tajo”.  

Haré un inciso para advertir que en aquel tiempo uno no estaba tan familiarizado con las costumbres rústicas como lo está ahora, y  la mera previsión de lo que allí iba a ocurrir en apenas unos segundos con mi colaboración como cooperador necesario del pavicidio me producía un pánico infinito. No obstante no me quedaba otra salida que acceder.  

Así que imaginaos la estampa: con todo mi golpe de letrado entrajetado y encorbatado agarrando por el pescuezo a un pavo colgado de un árbol mientras Bartolo lo examinaba detenidamente buscando bajo el plumaje la vena yugular. Al cabo de unos instantes y convencido de haberla hallado, empezó a dar pequeños cortes en el cuello del infortunado animal, que no paraba de retorcerse. Pero sea porque la ubicación no era la correcta, o porque el cuchillo no estaba bien afilado, aquello se demoraba más de la cuenta, el pavo se agitaba cada vez más y apenas caían unas gotas de sangre cabeza abajo a la palangana. Al fin Bartolo asestó la cuchillada decisiva y el pavo, entre convulsiones, empezó a sangrar abundantemente, procurando yo con la palangana en la siniestra que ni una gota se perdiera.  

Quizás debido a la tensión del momento o al tiempo excesivo que duró la ejecución, el caso es que empecé a notar cierto entumecimiento en el brazo derecho al mantener una posición tan contra natura y forzada durante tantos minutos. Así que cuando al fin advertí que el pavo dejaba de forcejear inútilmente por aferrarse a la vida aflojé la tensión de la mano alrededor de su cuello. Pero el infeliz me la tenía guardada, y apenas notó que desaparecía la presión que yo le ejercía pegó un súbito respingo, dio un latigazo con el cuello en el aire y exhaló su último aliento  gritando algo parecido a un “juuuurrrrlllllll” (parece que lo estoy viendo), que en "pavés" debe significar algo así como “¡que os den, maldito par de locos asesinos!”.  

Al agitar bruscamente el cuello en aquel último bramido un copioso chorro de sangre salió despedido hacia mi letrada figura, estampando de rojos goterones el hasta entonces impecable gris marengo de mi traje y alcanzándome incluso en rostro y cuero cabelludo. Bartolo se mostró enormemente contrariado y no sabía el pobre qué hacer, pero a mí, como suele ocurrirme en estos casos, me entró una risa floja que me duró varios minutos.  

Durante el regreso a casa no paraba de imaginar temeroso un posible encuentro con la Guardia Civil y la impresión que produciría a los miembros de la benemérita toparse con un personaje que parecía escapado de una película de Tarantino portando semejante cadáver dentro de un saco en el maletero.   

Afortunadamente no fue así y aquella fue la primera (y la única) navidad que se cenó pavo en casa el día de Nochebuena. Y durante toda la cena no dejé de acordarme de Bartolo y de su más que probable soledad en aquella noche, y a los postres, en pie y copa en mano, propuse solemne un brindis a su salud: “va por usted, Bartolo”.

La historia de Bartolo

Bartolo era poco menos que el tonto del pueblo. Vivía solo en una “casa” (por llamarla de alguna manera) en mitad de la sierra sin luz, ni agua corriente, acompañado únicamente por pavos, pollos y un par de cabras. Éstos, junto con el puñado de árboles frutales y hortalizas que cultivaba en su pequeña huerta, le procuraban lo necesario para subsistir.

  

En otro tiempo, según me contó, estuvo casado con una hermosa moza del pueblo vecino. Hasta que ella quedó embarazada, como todo el mundo en el pueblo sabía, del cura párroco de la localidad. Y entre el alcalde y demás poderes fácticos convencieron a Bartolo, pese a las dudas más que razonables que albergaba sobre su paternidad, de que diera sus apellidos a la criatura, aunque nunca llegó a conocerla. Su mujer le abandonó al poco de dar a luz, y nuestro personaje se convirtió en el hazmerreír de sus vecinos, hasta el punto de tener que abandonar la casa que habitaba en el casco urbano y marchar a la casucha de la sierra que había heredado de su padre. Años más tarde recibió una citación del Juzgado para “firmar la separación”. Es lo último que supo de su mujer.

  

Los niñatos del pueblo, en sus noches de borrachera, no tenían otra diversión que ir a molestar a Bartolo de madrugada lanzando piedras a las ventanas y matándole algún que otro pollo o gallina con cuya sangre pintaban la puerta. Harto de plantear denuncias que siempre eran archivadas decidió vallar su pequeña propiedad, para lo que tuvo que vérselas con el cacique del pueblo, con el que lindaba, ante los juzgados. Pero como David contra Goliat, Bartolo ganó, y por un tiempo recuperó el respeto de sus convecinos.

  

Poco le duró la alegría, pues la alambrada se reveló obstáculo insuficiente para los gamberros, que continuaron con sus fechorías. Harto y aquejado de graves problemas de salud, decidió a sus sesenta y cinco años vender la finca y marchar al norte, donde residía su hermana, buscando el calor y cariño de la familia que nunca tuvo. Obtuvo un buen precio por la venta y, cuando al fin se disponía a dejar atrás su maldita localidad natal, recibió la visita de unos parientes que, conocedores de su nueva liquidez tras la venta, le rogaron el préstamo de casi la totalidad del precio al estar pasando graves dificultades económicas, y prometiéndole su devolución en pocos meses. Bartolo, cuyo corazón e ingenuidad no caben en toda la sierra, accedió.

  

Por supuesto no se lo devolvieron. Al borde de la indigencia, consiguió ingresar en distintos centros de las “Hermanitas de los Pobres”, a cambio de su exigua pensión de invalidez, en tanto se tramitaba el proceso contra los parientes que lo estafaron. Sin embargo, Bartolo fue feliz con las monjas, pues se sentía atendido y útil, al brindar toda su ayuda y trabajo en el mantenimiento de los centros.

  

Hasta que otro residente del centro, envidioso de la fuerza física y agilidad de Bartolo pese a su edad, se dedicó a hacerle la vida imposible. Y un día nuestro protagonista no pudo más, se le cruzaron los cables y le puso un cuchillo de cocina en la garganta al que le atosigaba. Fue expulsado sin remisión del centro y se vio literalmente durmiendo en la calle. Poco después fue acogido por una familia cuyo padre, ciego de nacimiento, le utilizaba de lazarillo por las calles de Granada a cambio de comida y techo.

  

Unos meses más tarde ganó el juicio contra sus parientes y cobró al fin lo que éstos le adeudaban. Marchó por fin contento al norte, dispuesto a comenzar una nueva vida con su hermana y sobrinos. Pero ni le abrieron la puerta. No querían saber nada de él. Desolado volvió a Granada. Ahora vive en un piso de alquiler, a la espera de que los servicios sociales le concedan plaza en una residencia pública para ancianos, donde pasar sus últimos días.

  

Bartolo fue mi primer cliente, y siempre que viene por Jaén pasa por el despacho a visitarme. Estuvo aquí ayer y, lo creáis o no, pasamos un buen rato riéndonos y recordando la anécdota del pavo por navidad. Pero esa es otra historia que ya os contaré otro día.

    

Pierre y el prisionero

Pierre y el prisionero

"Se tardan veinte o más años de paz para hacer a un hombre, y bastan veinte segundos de guerra para destruirlo" (Balduino I, rey de Bélgica).

Durante la Segunda Guerra Mundial y tras el desembarco de Normandía, cuando las tropas de Hitler se batían en retirada de la Francia que meses antes habían ocupado con pasmosa facilidad, un grupo de campesinos franceses hicieron prisionero a un soldado alemán. Le pusieron a buen recaudo en una celda improvisada en los sótanos de la casa de uno de ellos, llamado Pierre. Dieron parte al ejército y se les comunicó que, debido a la proximidad del frente, era extremadamente arriesgado enviar una patrulla a recoger al prisionero, por lo que se les ordenó mantenerle vigilado hasta que dicha operación fuera factible, lo que tendría lugar en breve. 

Así Pierre se encontró con un incómodo huésped en su propiedad, pero acató las órdenes del mando militar. Su familia había marchado a otra localidad más segura y alejada del frente y él había quedado allí cuidando de la pequeña hacienda familiar. Durante el día recibía constantes visitas de sus compañeros de la resistencia civil, pero por las noches quedaba a solas con el germano que habían escondido en el sótano. Al principio se limitaba a visitarle para darle algo de comida pero poco a poco, sobre todo por las noches, Pierre y su prisionero empezaron a comunicarse apenas por gestos y por las pocas palabras galas que el alemán había aprendido. 

A medida que el tiempo pasaba las charlas eran más largas y fueron trabando cierta amistad. Se contaban cosas de sus respectivas ciudades y de sus familias, se mostraban fotos de éstas, compartían comida y bebida e incluso reían y bromeaban, aunque siempre separados por los barrotes de la celda; nunca se hablaba de la guerra. 

Al fin el grupo de campesinos recibió la noticia de que al día siguiente una unidad de la infantería francesa pasaría a hacerse cargo del prisionero. Cuando quedó a solas con éste, Pierre le comunicó la noticia. Tras un largo silencio, el alemán le imploró que le dejara en libertad, recordándole que tenía una familia de la que cuidar y jurando que su única intención era la de volver a su país junto a ellos. Pierre quedó pensativo durante unos minutos y al final, para sorpresa del alemán, accedió. Le abrió la celda y le hizo un gesto para que saliera. El teutón, tras abrazarle sollozando y agradecerle mil veces el gesto, salió con paso dubitativo a la oscuridad de la noche, temblando de alegría. Apenas hubo recorrido diez metros, Pierre sacó su pistola y le disparó un tiro certero a la cabeza y por la espalda. El alemán cayó muerto. 

Durante el resto de su vida Pierre contó esta historia en infinidad de ocasiones y cuando su interlocutor le preguntaba “¿por qué lo hiciste?”, él, sin inmutarse, daba siempre la misma respuesta: “porque estábamos en guerra y él era un enemigo”.